En las cuentas de muchos y hasta de algunos de sus hinchas, Nacional no era el favorito para la estrella en el fútbol colombiano.
Pensar en el doblete era algo muy soñado, sobre todo por lo hecho hasta antes de entrar a los ochos finalistas.
Pero, ¿qué fue lo que cambió?, ¿cuál fue el revulsivo de un equipo que dominó a sus rivales?
Quizás las ganas o la jerarquía de algunos de sus jugadores, pero la madurez mental y física que mostró Nacional en el cierre del campeonato fue épica, y es que se adaptó a los partidos, no siempre jugando bien, pero siendo efectivo y golpeando cuando tenía que hacerlo.
La sed de revancha, que incluso se notaba en las declaraciones de jugadores y directivos, terminó convirtiendo al verde en un equipo ambicioso.
Y así fue, de la mano de sus experimentados: Ospina, Tesillo, Campuzano, Cardona y Morelos, y el brillante nivel de Hinestroza, Angulo, Guzmán, Viveros y el mejor de todos, Román, Nacional alcanzó el bicampeonato y calló la boca de muchos.
Dicen que todos los aplausos se los llevan los jugadores, pero lo del estratega mexicano, Efraín Suárez, merece todo el reconocimiento.
Administró y movió el equipo como si los conociera de hace rato, asumió riesgos (como el partido de ida de la final ante Tolima con la nómina inicial) y terminó de engranar una plantilla equilibrada y madura.
Nacional fue el justo ganador de ambas finales, y el mejor equipo del semestre, con un fútbol picante, intenso y maduro.
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