En una escena que quedará grabada más allá del ciclismo, Nairo Quintana volvió a demostrar que su grandeza no se mide solo en segundos ni en posiciones.
Aunque terminó en el puesto 25 de la clasificación general del Giro de Italia, el ciclista colombiano protagonizó uno de los momentos más emotivos de la jornada final. Mientras los ganadores celebraban en el podio y el protocolo seguía su curso, Quintana se apartó del pelotón y, con la humildad que lo caracteriza, se acercó a saludar al Papa León XIV, presente en el cierre de la carrera.
Fue un gesto breve, pero cargado de simbolismo: un encuentro entre fe, esfuerzo y respeto. Un acto que no buscaba aplausos, pero que conmovió a quienes lo presenciaron.
En un mundo deportivo a menudo marcado por cifras y récords, Nairo nos recordó que la verdadera victoria también está en los pequeños actos que tocan el alma.
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