Lo vivido en el Senado de la República durante y después de la votación a la iniciativa de consulta popular propuesta por el Gobierno Petro, no es tan sólo un episodio lamentable por todo el espectáculo que lo revistió, sino una advertencia bastante seria sobre el estado de nuestra democracia. Y ni siquiera es por el resultado, sino por la manera tan poco civilizada como se tramitan las diferencias: gritos, manoteos, desorden, estrujones, agresividad verbal y maniobras poco éticas, para con los compañeros y la democracia misma, que deberían preocuparnos por igual.
El ambiente al interior del recinto tenía de todo menos de personas educadas, instruidas y respetuosas de las normas que se deben cumplir en el cuerpo legislativo. Senadores desgañitados a punto de infartos, increpando por los tiempos reglamentarios para tomar la palabra, cruzando injurias y haciendo señalamientos temerarios como si estuvieran en plaza de mercado. Entre ellos mismos se irrespetan, degradan el honor como padres de la patria. Hace rato perdieron autoridad moral para exigir respeto porque ni siquiera son capaces de respetarse a sí mismos al pisotear las normas básicas de un debate democrático.
Todo ese irrespeto, dio pie para que la derrota de los senadores que apoyaban el sí, no fuera aceptada ni asumida con altura, y la victoria de la oposición fuera celebrada con soberbia y triunfalismo. El nivel de agresividad de muchos senadores del lado derrotado hacia los ganadores fue inaceptable y debe haber sanciones. Faltas graves como la del senador León Fredy Muñoz ultrajando físicamente a un senador del Centro Democrático y arrancando de manera violenta la hoja de notas del secretario del Senado; no pueden quedar sólo en videos y se debe castigar ejemplarmente por el bien de la democracia y la altura que debe tener el fuero que les reviste.
El foco también estuvo puesto sobre la potestad -legal- del presidente del Senado, Efraín Cepeda, para decidir la duración de la votación, que fue usada de manera estratégica, que valga recordar, también ha sido utilizado la misma estrategia en otros casos del pasado en sesiones presididas por otras corrientes políticas, incluyendo las que hoy le son cercanas al Gobierno. La forma y el fondo siempre importan, y los resultados en el Senado no siempre satisfacen, porque más allá de la democracia son hechos políticos. Y esta vez la forma como finalizó dejó un sinsabor generalizado y preocupante al sumársele el desconocimiento de los resultados por parte del Presidente Gustavo Petro, que a renglón seguido sugirió imponer su voluntad a través de cabildeos para insistir en validar su iniciativa, escudándose en “el poder del pueblo” obviando el poder legislativo.
¿Qué tal que cada presidente de turno hiciera lo que sus seguidores decidan y no la Constitución y la ley? Se gobierna para todos, no sólo para quienes eligen sus programas de gobierno.
La mayoría de colombianos espera sensatez de todas las orillas políticas y que la gazapera en el Senado por el hundimiento de la iniciativa de consulta popular con 49 votos en contra y 47 a favor; sea un llamado para ganar o perder con altura, con derecho a reclamar civilizadamente y respetando al otro. De lo contrario, la democracia caerá por pedazos y será tarde para cuando los congresistas aprendan a tramitar las diferencias con civilidad.

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